En el aire las palabras parecen más grandes. Las letras se desploman desde sus labios hasta el fondo de mis pupilas, las primeras caen en orden y las últimas se acomodan en el iris; es ella quien pregunta si quiero que me cuente un cuento...
¿Un cuento? Me maravilla ver como se disuelven en las sábanas y recordar como se rehacen en mis sueños, pero... ¿y si es otro cuento de la hormiga?. La miro fijamente, con los ojos bien abiertos, mientras dilucido si realmente quiero escuchar una historia más de esa perturbadora hormiga...
Ese insecto plagiador que conoce mis movimientos más sórdidos, mis berrinches más dramáticos, y que al final de cada historia practica a la perfección cada una de mis malas mañas; el día que me niego a comer verduras el insecto se atreve a privarse a si misma de su gusto nato por los alimentos verdes, igual que el día que no quiero levantarme para ir a la escuela, la hormiga maldita incordia a su madre-hormiga, desafiando impúdica su naturaleza workaholica, quedándose ella también bajo las sábanas.
Con los años la hormiga ha dejado de plagiar mis malas mañas para participar en los protagónicos de los cuentos de mi madre, pero aun así ella me sigue llamando hormiga cada vez que la miro fijamente con los ojos bien abiertos como aquellas veces.
¿Un cuento? Me maravilla ver como se disuelven en las sábanas y recordar como se rehacen en mis sueños, pero... ¿y si es otro cuento de la hormiga?. La miro fijamente, con los ojos bien abiertos, mientras dilucido si realmente quiero escuchar una historia más de esa perturbadora hormiga...
Ese insecto plagiador que conoce mis movimientos más sórdidos, mis berrinches más dramáticos, y que al final de cada historia practica a la perfección cada una de mis malas mañas; el día que me niego a comer verduras el insecto se atreve a privarse a si misma de su gusto nato por los alimentos verdes, igual que el día que no quiero levantarme para ir a la escuela, la hormiga maldita incordia a su madre-hormiga, desafiando impúdica su naturaleza workaholica, quedándose ella también bajo las sábanas.
Con los años la hormiga ha dejado de plagiar mis malas mañas para participar en los protagónicos de los cuentos de mi madre, pero aun así ella me sigue llamando hormiga cada vez que la miro fijamente con los ojos bien abiertos como aquellas veces.



























-No llevaré mucho, seguro una sola maleta- Eso fue lo que le dije a mi madre antes de irme de fiesta con Chava. Eran las cuatro de la mañana cuando regresé a casa medio borracha. Terminé la maleta y aquello que no debía ser mucho se convirtió en una gran maleta verde.


Estoy nerviosa y los vasos de agua se evaporan frente a mi sin disimulo. Tú hablas y yo miro tus ojos tratando de ignorar la sed que me provocas.














