martes, enero 31, 2006

bye, bye enero

Hay meses de los que puedo quejarme, meses como mayo en los que el calor me abruma, o como agosto en el que la humedad me cala los huesos, pero de enero no me puedo quejar, es el mes que me parece más brillante de todos, el único que me ha traído más regalos que abril y más emociones que cualquiera de los otros once. Es un mes en el que me da por mover muebles, cambiar colores, tirar recuerdos y renovar la lista de propósitos inconclusos haciendo fogatas con las promesas cumplidas, pero sobretodo es el mes en el que más se conserva el olor a nuevo...

lunes, enero 30, 2006

miércoles, enero 11, 2006

Constelaciones de cama

Cuando estoy sola me gusta tenderme boca abajo para dormir, apoyo la cara sobre el brazo izquierdo y pierdo la mirada en mi pared ventana. Cuando tú estas la preferencia permanece; aunque me gusta que me abraces por la espalda y me recuestes de lado para mirar hacia afuera por entre el hueco que queda entre la cortina y la esquina de la pared.

Alcanzo a ver tres estrellas. Por el color y la intensidad de la más lejana deduzco que más que una estrella es un planeta; por lo que recuerdo de las clases de astronomía, debe de ser Venus, aunque no me atrevo a asegurar nada porque esa clase la pasé literalmente de noche y tú sabes que las constelaciones las confundo tanto como las reglas ortográficas.

Su luz es brillante y tintinea como si bailara cada vez que entrecierro los ojos para mirarla, en cambio, las otras dos son constantes y la luz que irradian es tan imperturbable como su color; la más baja es de un verde pálido, que aunque incapaz de competir con el rojo brillante de la otra, es sin duda cautivante. La más alta sigue bailando en el vacío y las otras entablan la misma conversación de todas las noches; se encienden en silencio, se reconocen impasibles y en algún momento la verde desaparece por un segundo mientras que la más roja, dueña del lugar aparece y desaparece rítmicamente hasta que la verde vuelve a encenderse.

Acaricias mi contorno mientras ellas siguen conversando frente a mí, tu respiración se resbala por mi cuello hasta anidarse bajo mi ombligo cobijándome las piernas; yo... tintineo frente a la ventana, tú... te comes mis silencios y los vecinos siguen lavando blancos todas las noches para que yo mantenga la fantasía exhibicionista de competir en tintineos con la constelación de su lavadora
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jueves, enero 05, 2006

No me olvido...

No me olvido de mis pecados ni de las noches de confesiones que tengo pendientes, tampoco me olvido del color de tus ojos bajo el agua, ni de la textura de la arena bajo mi espalda; tengo el recuerdo de un cangrejo en mi rodilla izquierda y una beluga que ha decidido pasar las noches extraviada en las arrugas de mis pies.

La silueta desparpajada de un pájaro bobo se pasea en mi horizonte cazando cangrejos transparentes, yo me meto bajo la arena para ofrecerle el crustáceo de mi rodilla izquierda y él camina de un lado a otro tropezando con su pico entre las patas mientras intenta pescarlo, mi cangrejo es más rápido que el bobo; él, orondo de su nombre, mete una y otra vez el pico en la arena sin poder masticar nada.

La marea sube, el sol se oculta, el cielo se tiñe de colores y nosotros subimos las escaleras del risco; los escalones son viejos pero no han perdido su color original, las orillas se despostillan y las miradas van de los violetas del cielo a los indiscretos verdes que se alojan a las orillas de los peldaños.

El agua es tibia y el aire es más fresco que el de costumbre. Aún tengo limón entre los dedos y mis hombros, aunque parecen los mismos, han tomado un sabor tan salado como las olas que se escabullen bajo las sábanas que nos prestaron para tomar notas de la cartografía del lugar antes y después de la tormenta de nombres propios.