miércoles, noviembre 16, 2005

Diferencias culturales con despilfarre imaginario...


Él le dice calesa, yo le digo calandria. Él dice habibi, yo digo mi amor. Él habla español, yo balbuceo árabe. Él goza viendo como brillan las monedas sobre mí, yo me divierto viendo como se precipitan las miradas de la calle sobre ambos; Él le grita a mi madre que tome una foto , yo pregunto cuántos camellos da por mí, él sonríe y ofrece con seguridad 500,000...

¡500,000!, ¿Y por qué no? Si yo puedo sentirme emperatriz durante un paseo en calesa él puede derrochar una cantidad escandalosa de animales por mí, pos que chingados para eso tiene uno fantasía, pa´ derrochar los camellos imaginarios como a uno le de la gana.

lunes, noviembre 14, 2005

Sueños percherones...

No es que sepa montar ni mucho menos, pero siempre que me ofrezcan montar a caballo diré que sí; como dice mi abuela: nomás me trepo para ver si me caigo, nomás por subversiva, nomás pa' verme brava —aunque no veo como se ve una brava si no sabe una montar. Bueno, el caso es que desde que descubrí que podía mantenerme sobre la silla, dominando el arre y el oh, he soñado con tener un caballo. Las princesas delicadas de los cuentos tienen un pony, esta reina talla grande necesita un caballo percherón para sus sueños más equinos.

Hoy confieso que estoy pensando en cambiar el caballo de mis sueños por el camello de mis fantasías. Y es que debo decir que la subida es más fácil, le ponen a una el animalito a ras de suelo y la subida es como a un banquito, se acomoda una finamente con glamour en el asiento, con tiempo hasta de hablarle bonito al camello, al oído, hasta que el árabe le dice al habibi camello que se pare. El glamour de todas las damas se va de sopetón al suelo cuando el animalito se levanta, en un movimiento zigzagueante donde una se va de boca, de nalgas y de todo lo que se puede; una grita y se aferra a la silla enorme que cubre la joroba del camello y al fin, cuando el animal se pone en pie, una puede recuperar el aliento para decir: jelou, sigo aquí arriba camellito

Una vez montada, una pide que le pasen el glamour de debajo de las patas del camello, para enroscarlo de nuevo entre la cintura y el cuello; entonces, el árabe que lleva la riendas te pide la cámara, te indica como posar y presiona el obturador una y otra vez mientras una sonríe a una altura a la que al menos yo nunca había cabalgado antes; suertudas aquellas que pueden hacerlo a diario, aunque ahora que lo recuerdo sólo deben montarse los hombres, porque no recuerdo haber visto volar ninguna burka al ritmo de arre camello, y es que debe de ser que las mujeres egipcias deben cubrir su glamour bajo las enaguas y guardarlo para el hogar...