domingo, mayo 28, 2006

Divina dibujando


Reglas y manías

No me gustan los domingos ni los memes, pero aquí están cinco de mis manías para el sr. Raschi. Al Taz le quedé a deber un meme pero era muy largo mi amigo, usted disculpe.

Las manías:

a) Me gusta manejar sola para contarme historias.

b) Cuando necesito exactitud saco la lengua a manera de timón para mantener el equilibrio.

c) Le pongo nombre propio a mis cosas preferidas.

d) Me gusta subir las escaleras con falda en el verano porque hay más aire.

e) Después de bañarme no me gusta secarme con la toalla, sólo me envuelvo en ella y espero hasta que me seco sola.


Las reglas: nos vamos a olvidar de ellas... puede usted compartirnos sus manías si lo desea

viernes, mayo 05, 2006

¿Cuánto?

Él se ofrece y yo me resisto; me avergüenzo, sonrío e intento seguir de largo. El alto me obliga a detenerme y no soy capaz de decirle que no, Él tiene todo para convencerme y yo termino preguntándole: ¿Cuánto?

Le digo que tengo prisa y el me dice que no tardará más de veinte minutos en dejarme ir, además no tengo ni que bajarme del auto. No me quedan muchos argumentos para negarme y la verdad es que lo necesito. Con todo y pena termino por aceptar y él por hacer su trabajo.

Cierro las ventanillas y me dejo llevar. No durará mucho así que me relajo. Dijo que sería rápido pero no me imaginé que verdaderamente sería bueno; comienza con delicadeza en la trompita, apenas y la toca cuando ya esta indagando también el trasero, sube y baja con firmeza escurriéndose por todos los rincones sin darme tiempo de nada. Como bien dijo, ha sido rápido y efectivo. La canción de la radio con la que inició ni siquiera ha terminado y él ya me tiene empapada y encarrilada para lo que sigue.

En un abrir y cerrar de ojos estoy a la mitad de una tempestad, el agua golpea los cristales y yo me maravillo de ver como desaparece el mundo del otro lado. Por una módica cantidad soy la dueña de una tormenta de agua y jabón; por una bicoca regresan a mi memoria todas las tardes en que jugué con los carritos de mi primo en el auto lavado, aquél juego que no era para niñas pero que a mí podía seducirme horas; donde podía meter una y otra vez los carros al túnel de lavado para especular que sentirían mis automovilistas imaginarios de vivir por cinco minutos una borrasca a la medida.