domingo, abril 30, 2006

El WETPACK

En esta temporada de calor Juguetes la Divina piensa en usted y en su bienestar sexual y trae al mercado su nuevo producto

LLEGÓ PARA QUEDARSE...

Instrucciones de uso:
Sacúdase los prejuicios, coloque la cubierta de plástico
al colchón y échese unos vinos para entrar en calor.
Suelte el estrés, agítese la libido y mírese en el espejo,
(nomás pa´ asegurarse de que se sueñe a usted mismo y a nadie
más). Localice al objeto de su más oscuro deseo. Si se le
facilita eche a volar su imaginación, si se le complica abra
una fantasía de tetrapack y tállesela...
Y recuerde, aquí el que no se duerme no se moja...

sábado, abril 29, 2006

PD...


Porque hoy me lees, porque se que estas aquí y no te importa que sea básica o compuesta, porque simplemente tengo ganas de pegarme al monitor y revelarte mis secretas obsesiones con los vasos: los altos para el agua, los chaparros para la leche, los más finos para los jugos, los de metal para los alcoholes y los de veladora para expiar las culpas...

Paréntesis visual


Lo guardé para ti...

Gris

En cuclillas el mundo es gris; el piso es rugoso e irregular, el polvo es omnipresente; ¿el piso es del color del polvo o el polvo es del color del piso?. Inspecciono las líneas del pavimento y cuando fijo la vista en el suelo el polvo se oscurece, se mueve; entonces las veo, caminan en fila india hasta que se topan con mi mano y alborotadas se dispersan, tropiezan con mis zapatos y algunas descaradas se me suben a los dedos. Sólo la niña de cuatro años sabe de lo que hablo; ella examina el otro lado de la calle, igual que yo, con los cachetes sobre las rodillas se divierte mirando como las hormigas tropiezan con sus sandalias y se suben a sus dedos. Los adultos nos miran, las hormigas nos exploran.

Habilidades esféricas

Era una casa pequeña con un jardín al centro; sentada en el piso, con la cabeza entre las piernas observo el pedacito de tierra entre el césped y el escalón. Busco cochinillas; me maravillan sus múltiplespatitas y su habilidad para fugarse. Son pardas y flexibles, son el único bicho que conozco que cuando se siente atrapado se convierte en pelota y se deja rodar para escapar...

jueves, abril 27, 2006

Bicolor...


Rojos son los zapatos que no encuentro
Rojo es el cabello de mi alter ego
Rojos son mis labios
Rojos son los deseos que tengo en las bolsas
Rojo es el color de los acentos que no he puesto
Roja es la bolsa del día
Rojas son las alas que me prestaron
Rojos son todos los espacios vacíos
Roja es la manzana de mis deseos...

¿Y yo?, Yo también soy roja.

¿Y tú?, no Taz, tú eres azul; azul, como tus ideas, como tu música, como tu blog...

Azul...¿Cómo las letras que no has escrito?

Sí Taz, azul como la tristeza a la que me acostumbré, como las listas de deseos que escribí, como los sueños que puse a secar al sol, como las almohadas con las que me encariñé, como el aire por el que me dejé seducir entre peldaños...

Taz, la verdad es que me centré tanto en teñir las palabras con el color del día, que ahora que las tengo todas del color que las pedi no puedo evitar desorientarme...

jueves, abril 13, 2006

Andrea

Debe de haber tenido menos de un mes cuando llegó a la casa; era una bolita de pelo color cobre y carácter fuerte que se dormía en las macetas. Cuando nos cambiamos de casa y adquirimos un patio fue seducida por un árbol de lima con el que vivió un idilio hasta la muerte del árbol; la sola palabra lima podía hacerla brincar de cualquier sillón directo a la mitad del patio donde descansaba la lima de sus desvelos.

Cuando la lima murió, Andrea dejó de comer cítricos pero no perdió su apasionamiento botánico y decidió transferir su arrebato a la palmera de la esquina del patio; pasaba horas con las patas delanteras sobre el tronco y la mirada hacía el cielo ladrándole a las hojas.

De los cinco perros de casa era la más ágil y la mejor para cazar pájaros, de todos fue la que más tiempo pasó conmigo, la que decidió dejar de ser mi hija para creer que era mi madre, me cuidaba el sueño y me lamía las tristezas. Hoy, después de quince años tuvimos que despedirnos y no puedo más que sentir una tristeza muy grande y un sueño profundo con olor a lima: te extraño Andrea.

domingo, abril 09, 2006

Se solicitan sugerencias...

Después de bebernos la media hora por la que íbamos, en la mesa sólo quedó una botella color carmín; Tú ofreciste, yo asentí. ¿La cuenta? Esa no me la pidas porque la perdí antes de comenzar a contar; justo en el momento en que las sillas se pegaron al piso, la mesa se redujo, los personajes se multiplicaron, el baño se alejó y el equilibrio se me fundió en alguno de los hielos...

En el baño un espejo; me miro a los ojos y sin consideraciones me ordeno: Camina derecha, mira al frente, evita tambalearte y sobre todo no le digas a nadie lo separados que están tus pies de tu cabeza.

Fiesta, sí; la de uno de mis mejores amigos, otro ariano de veintisiete que igual que yo no sabe si deprimirse, enojarse o alegrarse de cumplir años. Intuyo, por la magnitud de la fiesta, que este año como los anteriores optó simplemente por adueñarse del equilibrio y la cordura de varios invitados.

Yo aún no decido que sería bueno para mí este año, por lo que solicito de la manera más amable todas las sugerencias posibles...

sábado, abril 01, 2006

Compulsiones de familia

Antes de llegar al noventa perdíla cuenta tres veces, del cien al quinientos me distraje en dos ocasiones y después del seiscientos confundí los seis con los siete; a pesar de todo, no desistí.

Ignoro si fue mi miedo a los temblores, mi imaginación exacerbada, mi ignorancia vial o simplemente el aburrimiento provocado por las horas de viaje en carretera, pero de niña me divertía imaginar que las rayas discontinuas y blanquecinas a mitad del pavimento eran la prueba irrefutable de que alguien más grande cuidaba de nosotros; alguien protector, como una madre,y grande, como los gigantes que aparecían en mis cuentos del librero. Aquellas líneas eran claramente el zurcido necesario para evitar que la carretera se abriera en canal y nos tragara, aquellas rayas merecían y exigían mi atención y mi tiempo para ser inventariadas.

Claro que había espacios en los que aquel trabajo estaba mejor elaborado y la puntada era seguida y no discontinua; recordaba las clases de costura en el taller de mi abuela y una línea seguida siempre indicaba que la puntada era más firme, llevaba más hilo y por ello quedaba reforzada, pero las puntadas continuas nunca me provocaron morbo, la contabilidad extrañamente pasaba del uno o dos y terminaba por aburrirme.

No me importaba si era norte, sur o centro, porque aquella labor podía efectuarse casi en cualquier pavimento, aunque en la ciudad solía encontrar otras distracciones que terminaban por robar mi atención, como los anuncios luminosos de División del Norte. Mi madre me decía que podía hacer cambiar el juego de las luces de un anuncio de la Corona tronando los dedos;lo intenté todas las veces que pasé por ahí pero el letrero tenía una preferencia marcada por las órdenes de mi madre.

Más grande escuché que mi abuela contaba las cosas iguales en forma o color así como yo contabilizaba las puntadas divinas en la carretera. Primero sentí emoción de que genéticamente aquella actividad hubiera llegado a mi cuerpecillo gracias a la maravilla del ADN, y justo cuando comenzaba a enorgullecerme de tener algo en común con la madre de mi madre, ella continúo el comentario y dijo: El doctor me dijo que eso lo hacen las personas que tienen algún desequilibrio mental. Entonces sentí que me caían encima todas las rayas blancas y figuras símiles que había contabilizado y acumulado exhaustivamente en el subconsciente; cayeron sobre mí acompañadas de un torrente de preposiciones; se mezclaron en formas, colores y texturasy me ha llevado años darles un nuevo orden.

Hoy sé que mi abuela mintió con aquella aseveración, detrás de todo no había un desequilibrio mental, ¡había un montón! Sin embargo, gracias a aquel derrumbe de divinas rayas blancas, azulejos, postes, letreros luminosos, foquitos navideños, vestidos estampados, fichas de dominó, vasos de colores, botones y cajas de hilos que se me atravesaron en el camino elaboré un catálogo con formas y figuras que me entretiene acomodar en los momentos de ocio. ¿Qué haría yo ahora, a mis casi veintisiete, sin mis desequilibrios heredados?