miércoles, octubre 11, 2006



Una no se puede comer una torta en la carretera sin ver un rebaño de vacas gordas pastando, decía Lucy. La frustración fue darse cuenta que la carretera estaba poblada de vacas flacas.

La primera vaca que me obsequiaron fue un regalo de mis padres, era la réplica a escala de aquellas vacas que buscaba Lucy en las carreteras a la hora del almuerzo. En la caja además del instructivo se incluía la promesa de iniciarme, a mis cuatro años, en el negocio de la ganadería.

Era una copia exacta que cabía en una caja que yo podía cargar. Había que darle agua para que ingeniosamente, por algún mecanismo interno que nunca entendí, se mezclara con una pastilla de color inmaculado, que también venía incluida en la caja, para terminar finalmente agitando el cencerro al tiempo que mis pequeñas manos hacían como que la ordeñaban mientras ella hacía como que daba leche.

La primer vaca que sacamos del empaque, antes de ponerle nombre, se negó rotundamente a tomar el agua, la segunda ignoró, igual que yo, cómo se mezclaba el agua con la pastilla inmaculada, y la tercera y última vaca con la que hicimos el intento se negó rotundamente a mover el cencerro, a tomar el agua y por supuesto a dar leche. Finalmente y ante la frustración familiar decidimos no quedarnos con ninguna y dejar escapar mi prometedor futuro en la ganadería.

Curiosamente hoy, dos años después de haber iniciado este blog, el regalo adecuado para la ocasión fue otra vaca, una en blanco, una vaca sin pecados lista para iluminarla con los míos.

Inmaculada, desde el rabo hasta los cuernos; juraría que las manchas las perdió en alguna apuesta con el chofer de la mudanza pero él, estupefacto, me lo niega.

-Sí le juro que ella y yo apenas y cruzamos palabra seño
-Mmmmm
-Serio, si no ve que apenas y muge, si esta blanca ha de ser por el susto
-¿Usté cree? ¿Pos que no traía más vacas?
- Pos sí seño, pero esta fue la última de la ruta
- ¿Y esta seguro que las otras no le volaron las manchas a la mía?
-Sabe Doña, pos eso si no supe, ya ve que luego unas son bien manchadas


miércoles, octubre 04, 2006

Tres vs treinta y cinco

El adulto intenta entretener al niño. El niño tiene tres años y el adulto treinta y cinco; el niño quiere jugar al papá y a la mamá como juega con su prima de cinco años, el adulto quiere jugar a que tiene tres años.

El niño saca de un cajón una Barbie y un Kent, así es como hay que jugar al papá y a la mamá replica el pequeño. El adulto sonríe morbosamente y le pregunta de hombre a hombre si no sería más interesante que invitaran a la tía a jugar para que sea la mamá, el niño, tolerante, lo mira y le indica que no.

El niño saca del cajón un par de Barbies completamente desnudas y se las muestra, el adulto interpela "oye, pero estas monas están deeees…" el niño interrumpe y contesta, "sí, están deeees…calzas tío".