Desde niña me gustan los chetos, nunca me ha importado la sensación del queso pegado entre los dedos y mucho menos el color rojizo que permanece aún después de chuparlos.
Y si es difícil creer que un felino de las proporciones de Chester chetos existe, aún más complicado es imaginar a un crustáceo que gusta de rico sabor a queso en tan colorida textura.
He aquí la prueba de que el decápodo come chetos SÍ EXISTE