Aprendí primero a caminar que a hablar; inexplicablemente decidí pasar los primeros dos años de mi vida en silencio solucionando mi existencia con el poder del dedo índice y de mi capacidad gestual, hasta que una mañana la palabra popote llegó a mis labios; durante todo un día me dedique a estirar, apagar, abrillantar, acortar, subrayar y dar todos los matices que me fueron posibles a esas seis letras.
A los seis años conocí el miedo, a los nueve el amor y a los veinticinco aun pierdo los límites entre uno y otro, los desdibujo bajo la almohada mientras tú me buscas para decirme que no pasa nada que sólo estamos hablando de uno y no hay por que temerle al otro...
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