sábado, octubre 23, 2004

Domingos en las luchas


Cuando era niña mis progenitores tenían a bien llevarme a la lucha libre los domingos, el paseo dominical ideal para una niña montesori en cuya casa abundaban los chamucos de todas clases, mi madre con sus pinturas y mi padre con sus libros pero chamuchos al fin.

Me recuerdo entre las sillas de metal dramatizando con mis luchadores a escala lo que mis ojos veían. No fueron ni uno ni dos domingos los que pasamos en la Arena México, eso lo se por mi enorme colección de luchadores de plástico. Recuerdo los gritos, la euforia, el sudor y la libertad de gritar cosas que los niños no pueden gritar, la verdad es que siempre he sido mal hablada, pero hasta cierta edad ese fue el único lugar en donde podía gritar con libertad todas las palabrejas que aprendía de mi padre.

Cuando cumplí los siete años los domingos en las luchas se terminaron, cambiamos de ciudad y mis padres se olvidaron de la actividad terapéutica de ir cada domingo a las luchas, de vez en cuando pienso que tal vez de haber continuado con esa actividad, habríamos estado menos tensos en casa durante mi adolescencia, eso ya es tarde para saberlo y además al final la superamos casi ilesos...


El pasatiempo liberador de asistir a la Lucha libre lo retomé hasta la universidad, cuando conocí a la Piris, quien gozaba del mismo pasatiempo que yo. Habían pasado mucho años después de mi última vez en las luchas, ya no necesitaba del lugar para maldecir, ya no era una niña y ya no tenía mis monitos a escala, ahora podía solo gritar y gritar, pero ya no recordaba como hacerlo...

Comencé con un tímido...

Pégale... PÉ-GA-LE, dale duro!

Al principio ni ruda, ni técnica; fui pasando de un bando a otro gritándoles a ambos en cada round... fui partidaria sólo del que visitera con más colorido, el del nombre más original o bien aquél que fuera más sucio e hijoeputa en sus movimientos...

Después de mi tímido y soso dale duro, pude vocalizar un ronco y un poco más enfurecido

Chíngatelo cabrón!...

En seguida y sin saber como ya estaba yo hecha una retahíla de maldiciones sin puntos ni coma.... Chinga tu madre pendejo... muérdele la cara culero... pícale los ojos, arráncale la lengua... má-ta-lo hijo de la gran puta!


¡MAA...TAA...LOO!

Cuando volví en mi los rudos habían ganado... yo ya no sabía si yo era ruda o técnica en ese round, pero no importaba, de nuevo era una niña enloquecida por la euforia de la lucha libre, esta vez ya no estaban mis padres, solo la Piris y yo; extraño pasatiempo para un par de jovencitas, pero puedo decirles que no hay nada más desestrezante y divertido que ir con la Piris a las luchas... hoy ella está muy lejos de mi casa y de la arena y aunque es probable que no lea este post quiero decirle que la extraño, que hoy me gustaría ir a las luchas con ella... . liberar el estrés de la semana mientras desgarramos nuestras gargantas gritando la peor ofensa para un técnico....

Seguro que tu madre es Ruda cabrón!

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