miércoles, octubre 20, 2004

De gansos a perros

Cuando estaba en la universidad teníamos un compañero que era sacerdote, en realidad el muchacho era bastante perversón; le encantaba contarnos chistes colorados y anécdotas sucias de la orden, era tan perversón que un año después de graduarse dejó la orden por una muchacha quesegún escuché terminó dejándolo a él, supongo que porque no pudo con la culpa y la amenaza divina de que una noche de tormenta un rayo la partiría en dos por haber sonsacado a un servidor del SR...

Un día en una de esas tardes de trabajo en equipo en el seminario, hablando de todo y de nada un poco, le preguntamos a nuestro amigo si en realidad había hermanos que fueran castos e inocentes y nos contestó que eran pocos pero todavía quedaban algunos, como uno que vivía tres puertas a la izquierda de su habitación.

Un domingo un muchacho pubertón acudió con este casto padre a confesión y cuando llegó el momento de contestar de que se acusaba el puberto le dijo al padre...

-Padre... soy culpable de jalarle el pescuezo al ganso

A lo que el Padre despreocupado le contesto...

-Hijo... pues mientras no lo mates...

Se que cabe la posibilidad de que no estés muy familiarizado con las metáforas urbanas, por lo que te diré como dice mi abuelita… si no sabes que es jalarle el pescuezo al ganso... piensa mal y acertarás.

Precisamente pensar es lo que yo debí de haber hecho cuando terminamos el trabajo y bajamos al jardín del seminario en donde estaba Max, el perro labrador de la orden, el pobre ahí solito con su pelota limitado por una cerquita blanca.

¿Por qué no jugar con el pobre animalito?

Sin titubear ahí voy para adentro sin averiguar si mordía o padecía alguna fobia extraña, mientras yo le gritaba emocionada ¡Max, Max, Dame la pelota! el perro arremetía contra mis rodillas…

-Pobresito si no sabe ni jugar, el muy wey en lugar de correr por la pelota me pega en la rodillas con la cabeza…

Justo cuando se lo decía a mi mejor amigo que esperaba del otro lado de la cerca, el recochino perro me tiró al suelo, acto seguido se me hecho encima el muy cabrón y me apepenó entre sus patotas lodosas el muy hijo de la chingada; llegados a este punto supongo que no es necesario que describa las sucias intenciones del animal.

Mientras yo intentaba levantarme del suelo, mi faldita envolvente se abría una y otra vez....

-ME VIOLA , ME VIOLA!

y mi amigo me gritaba angustiado... LA FALDA!, LA FALDA!, SE TE ABRE Y SE TE VE LA PIERNA... LOS SEMINARISTAS TE VAN A VER!!!!...

-Y A MI QUE CHINGADOS! AYÚDAME QUE ESTE PINCHE PERRO ME VIOLA!...

Al fin mi amigo entró a rescatarme y por gracia divina logré salir del jardín; revolcada pero incólume y debidamente tapada…

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