Divinos Pecaditos

Lo único que recuerdo con claridad de la carta es que dije que había decido esperar lo primero que pasara; seguro que la palabra esperar es lo único que recuerdo haber escrito en ese mar de hojas, porque esperar es lo que más trabajo me cuesta. Cuando dieron la lección de como esperar yo no asistí al colegio y para cuando mi madre quiso explicármelo yo ya estaba muy desesperada para escucharla…

La verdad es que siempre que digo que esperaré mis expectativas se tiran más arriba que la nada, aunque generalmente la nada es lo primero que llega cuando una espera más de quince minutos... y cuando la nada llega en calidad de obsequio inevitable me da por desquiciarme, como me desquicia ahora no saber en donde se perdieron todas las letras que libremente acomodé para ti en aquellas hojas de colores…

¿Qué habrá hecho ella con mis letras y tu silencio…?

Pudo tejerte una colcha con mis consonantes y rellenar tus almohadas con mis vocales, que al fin para la hechura de las sábanas tendría tu silencio… Pudo también lavar los azules del mensaje y teñir con ellos unas cortinas que se confundan con el cielo… o tal vez sacó todas las “as” de mi mensaje y se tejió ella misma un vestido con su nombre usando mis colores, o tal vez le dio por el altruismo y decidió vaciar todas mis letras en una cacerola grande con un poco de caldo, tomate y especias haciendo con mis letras en desorden una buena sopa para repartir el color de mis emociones en distintos platos…

Puedo seguir así y pasarme la tarde escribiendo el destino de mis letras; licuadas, desordenadas, segregadas, cocinadas, reacomodadas y entrelazadas en sus manos pero hasta ahora ninguna de mis fantasías aminora tu silencio… ni con las lecciones para esperar que compré por internet, ni con todas las explicaciones y los argumentos que puedo darme a mi misma soy capaz de aceptar el blanco del silencio como respuesta a mis colores…