Antes de mi jade bonsái sólo me habían regalado una planta carnívora que no sobrevivió mucho tiempo a mis cuidados…
Lo alojé en el balcón de mi recámara, seguí las instrucciones de riego, lo cambié a una maceta más grande y todas las mañanas conversábamos mientras yo me vestía y él contemplaba el horizonte.
Todo iba bien hasta que decidí cambiarme de la casa de mi madre a mi departamento; cuando llegamos le acomodé un lugar especial junto al balcón con buena vista al horizonte para sus ejercicios de contemplación al infinito y al principio parecía que todo seguía igual.
Nunca me imaginé que después de tanto tiempo decidiera abandonarme y para evitar su fuga le hice de todo; más tierra, menos agua, música, aire, sol, sombra, todo! y nada funcionó; siguió desnudándose fuera de temporada hasta que terminó por quedarse en los purititos troncos y sin decir nada…
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