Mi padre siempre lo ha guardado mejor, casi me atrevería a decir que le enseñaron a guardarlo desde antes de de nacer, es más, yo diría que a sus años ya tiene varios doctorados en la materia; conoce todos los métodos de custodia y es el mejor para evitar su fuga.
Soy una Electra confesa y por imitación alguna vez logré ser tan buena como él en las habilidades del guardar. Lo malo o lo bueno aquí, fue la mezcla genética; en algún punto entre su carácter y el mío, los genes maternos se rebelaron y me recordaron que no siempre hay que conservar su tutela.
Siendo aprendiz en el arte del guardar terminaba con un montón de letras y emociones anudadas a la mitad de la garganta, hasta que en algún momento la genética se hizo presente y me olvidé de la custodia para ocuparme en deshacer el nudo... ¡y hablé!... hablé tanto que dejé de escucharme.
Es fácil pasar de un extremo a otro sin reparo alguno, el problema viene cuando una se da cuenta que no es tan buena como papá para guardarlo ni tan capaz como mamá para vivir sin él; por genética una está a la mitad y por imitación una sólo aprende a ir de un extremo a otro sin escalas.
Hace tiempo que no guardo silencio, pero no me había dado cuenta de cuanto me angustia cuando aparece; me provoca una especie de culpa y para evitarla me da por hacerme ruido. Empalmo, subrayo, recorto y multiplico mis letras buscando respuestas hasta que se me olvida que el silencio es el que mejor habla de una misma cuando se guarda con cautela y se libera a sus horas..
Aun queda mucho ruido por aquí, no es fácil eso de hacer escala y no sé cuanto me falta para el punto medio entre la la mezcla genética y mis emociones pero comenzaré a descubrir ahora las posibilidades para alternarlos.
Soy una Electra confesa y por imitación alguna vez logré ser tan buena como él en las habilidades del guardar. Lo malo o lo bueno aquí, fue la mezcla genética; en algún punto entre su carácter y el mío, los genes maternos se rebelaron y me recordaron que no siempre hay que conservar su tutela.
Siendo aprendiz en el arte del guardar terminaba con un montón de letras y emociones anudadas a la mitad de la garganta, hasta que en algún momento la genética se hizo presente y me olvidé de la custodia para ocuparme en deshacer el nudo... ¡y hablé!... hablé tanto que dejé de escucharme.
Es fácil pasar de un extremo a otro sin reparo alguno, el problema viene cuando una se da cuenta que no es tan buena como papá para guardarlo ni tan capaz como mamá para vivir sin él; por genética una está a la mitad y por imitación una sólo aprende a ir de un extremo a otro sin escalas.
Hace tiempo que no guardo silencio, pero no me había dado cuenta de cuanto me angustia cuando aparece; me provoca una especie de culpa y para evitarla me da por hacerme ruido. Empalmo, subrayo, recorto y multiplico mis letras buscando respuestas hasta que se me olvida que el silencio es el que mejor habla de una misma cuando se guarda con cautela y se libera a sus horas..
Aun queda mucho ruido por aquí, no es fácil eso de hacer escala y no sé cuanto me falta para el punto medio entre la la mezcla genética y mis emociones pero comenzaré a descubrir ahora las posibilidades para alternarlos.
Gracias por recordármelo
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