Aquél trabajo de producción del que casi me olvidó se reavivó de pronto y no me ha dejado mucho tiempo libre para regresar a la intimidad de mi blog. Aunque no me puedo quejar porque gracias a la mención honorífica sigo recibiendo mails muy gratos en mi correo; agradecimiento a todos y una disculpa por tardar tanto en regresar, pero es que eso de darse clavados así de sopetón en el mundo real no deja mucho tiempo libre para dar rienda suelta a la escritura digital…
Había olvidado que el mundo tangible es absorbente y agotador; y la verdad es que hoy me levanté con una hueva espantosa, deseando fervientemente fundirme en el colchón y regresar al mundo hasta mañana, pero el teléfono sonó a las nueve con una invitación de mi padre para desayunar, invitación que por supuesto fue imposible rechazar, tomando en cuenta que en mi refrigerador sólo quedaban un par de tortillas de harina, una coca cola a medio tomar, una manzana vieja y un yogurt con fecha de caducidad del mes pasado…
Pantalón negro, un suéter y la idea de fundirme entre los resortes del colchón fue sustituida por el calorcito de la calle; ya sé que me sugestiono fácilmente, si apenas ayer hacía frío a las nueve de la mañana y ahora no aguanto el suetercito, pero es que hoy como por arte de magia mi departamento ha perdido el frío del invierno y alberga el calorcito primaveral, un calorcito positivo, rico y meloso del que seguramente en menos de un mes me estaré quejando y calificando como el mismísimo infierno, pero no importa, hoy es rico, meloso y se cuela por las ventanas…
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