Cuando estoy sola me gusta tenderme boca abajo para dormir, apoyo la cara sobre el brazo izquierdo y pierdo la mirada en mi pared ventana. Cuando tú estas la preferencia permanece; aunque me gusta que me abraces por la espalda y me recuestes de lado para mirar hacia afuera por entre el hueco que queda entre la cortina y la esquina de la pared.
Alcanzo a ver tres estrellas. Por el color y la intensidad de la más lejana deduzco que más que una estrella es un planeta; por lo que recuerdo de las clases de astronomía, debe de ser Venus, aunque no me atrevo a asegurar nada porque esa clase la pasé literalmente de noche y tú sabes que las constelaciones las confundo tanto como las reglas ortográficas.
Su luz es brillante y tintinea como si bailara cada vez que entrecierro los ojos para mirarla, en cambio, las otras dos son constantes y la luz que irradian es tan imperturbable como su color; la más baja es de un verde pálido, que aunque incapaz de competir con el rojo brillante de la otra, es sin duda cautivante. La más alta sigue bailando en el vacío y las otras entablan la misma conversación de todas las noches; se encienden en silencio, se reconocen impasibles y en algún momento la verde desaparece por un segundo mientras que la más roja, dueña del lugar aparece y desaparece rítmicamente hasta que la verde vuelve a encenderse.
Acaricias mi contorno mientras ellas siguen conversando frente a mí, tu respiración se resbala por mi cuello hasta anidarse bajo mi ombligo cobijándome las piernas; yo... tintineo frente a la ventana, tú... te comes mis silencios y los vecinos siguen lavando blancos todas las noches para que yo mantenga la fantasía exhibicionista de competir en tintineos con la constelación de su lavadora
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Alcanzo a ver tres estrellas. Por el color y la intensidad de la más lejana deduzco que más que una estrella es un planeta; por lo que recuerdo de las clases de astronomía, debe de ser Venus, aunque no me atrevo a asegurar nada porque esa clase la pasé literalmente de noche y tú sabes que las constelaciones las confundo tanto como las reglas ortográficas.
Su luz es brillante y tintinea como si bailara cada vez que entrecierro los ojos para mirarla, en cambio, las otras dos son constantes y la luz que irradian es tan imperturbable como su color; la más baja es de un verde pálido, que aunque incapaz de competir con el rojo brillante de la otra, es sin duda cautivante. La más alta sigue bailando en el vacío y las otras entablan la misma conversación de todas las noches; se encienden en silencio, se reconocen impasibles y en algún momento la verde desaparece por un segundo mientras que la más roja, dueña del lugar aparece y desaparece rítmicamente hasta que la verde vuelve a encenderse.
Acaricias mi contorno mientras ellas siguen conversando frente a mí, tu respiración se resbala por mi cuello hasta anidarse bajo mi ombligo cobijándome las piernas; yo... tintineo frente a la ventana, tú... te comes mis silencios y los vecinos siguen lavando blancos todas las noches para que yo mantenga la fantasía exhibicionista de competir en tintineos con la constelación de su lavadora
2 comentarios:
si fueramos como una constelación....o quizá si es asi a veces nuestro comportamiento o al menos a veces asi se situan las circunstancias....desde un sentimiento..que sin remedio en nuestras manos se vuelve fugaz e irreversible....hasta brillante a pesar de toda la oscuridad....grande de luz para algunos ojos, sin importancia para otros tantos...en fin...este andar llamado vida, aliviemoslo soñando un rato con ese cielo y ventana estrellada...
Tu texto emana una placidez nocturna, tachonada por la complicidad de los astros y el sonido lejano de esa lavadora de pecados cotdianamente blancos....
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