domingo, septiembre 25, 2005

No estaba muerta...

Memoria I, Nos presentamos

Aparecieron el Sr. Árbol, su linda mujercita Duveth y la comadre Martha por la casa. Entre saludos cariñosos nos conocimos como si no nos fuéramos ajenos; Esa misma noche conocí al Sr. Sosa, a la señorita Ursula y a su simpática amiguis la Julia (que según me enteré venía a confirmar si los amigos imaginarios, léanse bloggers existían). Sumen a la ecuación la agradable presencia de la señorita Mayfalda acompañada de Don Arturo, Paulinita y el Huracán, además de que por ahí de la tercera o cuarta copa también apareció Cariño quien muy arregladita y sin entender mucho de la conversación se ambientó igual al calor de mis bebidas divinas, que si bien no te hacen llegar al cielo ni te libran de todos tus pecados hacen que todo lo veas DIVIS DIVIS además de que al servirse en vasos de veladora vienen acompañadas de la oración adecuada pa que no te llegue la factura de la cruda...

Don arturo rezando depsués de la tercera

Memoria II, la enseñada de Chango


Sábado entre las 10 y las 12 Martha, el Árbol, la Du y yo desayunamos chilaquilitos en casa, medio faltos de sal pero ricos. Un rato después paseamos entre la plaza tapatía y el Degollado, visitamos la rotonda ilustre, el Hidalgo del palacio, las calandrias del Regional, y los murales de Orozco. A un pasito de ahí nos quedaba Tlaquepaque; una paseadita por el Parian, una caminadita por la calle peatonal, una visitada a la casa museo de Bustamante, una sentadita en un equipal gigante y para terminar una enseñadita de chango en el hotel del Pepe, (y conste que no es albur porque eran ocho changos y nosotros nomás éramos cuatro), después de alimentar a los monitos titi la tripa rugió, pasamos por Cariño y cambiamos de carro porque en un lapsus brutus yo informé que veníamos cinco en el carro cuando sólo éramos cuatro (en realidad cambiar de carro me exentaba de manejar, pero no se lo cuenten a Cariño).


Memoria III, comida corrida

Una mesa grande, tan grande que no alcancé a leer los nombres de todos los presentes. Un par de tacos, dos cervezas y Cariño y yo ya nos albureábamos con el C pequeño y el Niquelote. Varias fotos y la mesa enorme se hizo del tamaño de los que por andar alimentando monos llegamos tarde.


Memoria IV, tomada de nalgas...

Sachiel se unió y pasamos de las famosas de la Minerva a los famosos equipales tomándonos las nalgas; Dicen que se llaman así porque con dos, o las das o te caes, hubo algún valiente que se tomó más de dos mientras Cariño, Niquelote y yo le dabamos cuerda a la rocola; Intocable, el Recodo, Paquita, José Alfredo, Chelo silva, Elvis Crespo, los Fernández, Daniel Santos, Javier Solís y alguna otra que ahora no recuerdo.

Las nalgas fueron muchas, las cervezas también y los brindis aún más pero lo que más recuerdo es el acomodo de los equipales, las risas de los presentes y las miradas que se sumergieron entre los alipuses vespertinos.

Memoria V, de la casa al hotel del hotel a la casa...

Lo malo de las nalgas es que estando sentados se consumen muy rápido y es raro el que puede con más de un par. De los equipales a la casa. Una bailadita en el patio, una excursión por la casa y varios six entre la casa y el Hotel de C pequeño a quien como buen pequeño acompañamos hasta que regresó su esposa. Un baño lejano, un pasillo largo y una piscina vacía que varias veces me incito a tirarme en ella, incitaciones que quedaron suprimidas por las amenazas de Cariño quien me informó que a casa no me regresaría si me metía vestida a la piscina.

En algún punto de ida al hotel o de regreso a la casa cantamos con harto sentimiento las rolas de Ninel y bailamos unas cumbias... o bailaba yo sola? Ay amigos mejor ni me lo recuerden... es lo bonito del alcohol, una puede culpar a los demás de comportarse con la misma locura que una...


Memoria VI, la sonrisa del Castor

Se que desperté porque no me dormí, lo que no supe con exactitud fue como llegué a desayunar ni como los transporté hasta la central. De la semana siguiente no recuerdo mucho de mí... Sólo recuerdo que estuve en clases, que me levanté a una hora prudente casi todos los días y que una noche sin saber cómo apareció un Castor sonriente sobre mi almohada.






1 comentario:

David Saä V. Estornell dijo...

Perdóname que no pueda escribirte con más frecuencia pero es que estoy intentando elegir una portada paa la novela. Y ate contaré, que sepas que no dejo de leerte.