La última vez que la vi cabalgaba uno de los quinientos mil camellos imaginarios que trajimos del Cairo. La llamé por su nombre, agité las manos y brinqué lo más alto que pude para llamar su atención, todo parecía inútil hasta que en algún momento entre mis gritos y mis saltos ella me miró. Sarcástica se limitó a despedirse de lejos; sí, la muy cabrona se largó así nomás, sin decirme nada, sin dejar una nota, vamos, nada de cortesía de su parte, sólo me dejó el recuerdo de su silueta balanceándose al galope del camello.
Yo, estupefacta viéndola alejarse de mí y ella, oronda cabalgando el horizonte. Sagaz y descarada, así se me fugó la soledad en el mejor de mis camellos; se largó montando aquél que tenía nombre de sultán y porte de faraón, aquél que guardaba las mejores nubes entre la silla y la joroba, el que se camuflaba en la arena sin problemas y lo que más me duele; el que contaba las mejores historias al oído.
Aún no descifro si fue un arranque de celos o puritito capricho el que le pegó, porque mira que largarse así, sin dejarme una invitación a la fuga o mínimo una carta con fecha de regreso es una falta de consideración imperdonable.Tanto presumir su buen gusto para que al final haga los mismos berrinches que hacemos todas las féminas cuando nos da por gritonear: "denme mis muñecas que yo ya no juego"; aunque aquí cabe la aclaración de que los camellos no eran suyos y la muy gandaya a cambio no me dejó ni sus muñecas.
Y así me quedé, en medio del desierto, completamente perpleja o... pendeja, la verdad es que no hay mucha diferencia entre una y otra. Ella no ha regresado aún a casa, ni siquiera se ha comunicado conmigo, simplemente se limitó a dejarme en una cajita todo lo necesario para la instalación de mi oasis personal, quesque pa´ que remoje los tobillos y los sueños hasta que se me hagan viejitos...
Yo, estupefacta viéndola alejarse de mí y ella, oronda cabalgando el horizonte. Sagaz y descarada, así se me fugó la soledad en el mejor de mis camellos; se largó montando aquél que tenía nombre de sultán y porte de faraón, aquél que guardaba las mejores nubes entre la silla y la joroba, el que se camuflaba en la arena sin problemas y lo que más me duele; el que contaba las mejores historias al oído.
Aún no descifro si fue un arranque de celos o puritito capricho el que le pegó, porque mira que largarse así, sin dejarme una invitación a la fuga o mínimo una carta con fecha de regreso es una falta de consideración imperdonable.Tanto presumir su buen gusto para que al final haga los mismos berrinches que hacemos todas las féminas cuando nos da por gritonear: "denme mis muñecas que yo ya no juego"; aunque aquí cabe la aclaración de que los camellos no eran suyos y la muy gandaya a cambio no me dejó ni sus muñecas.
Y así me quedé, en medio del desierto, completamente perpleja o... pendeja, la verdad es que no hay mucha diferencia entre una y otra. Ella no ha regresado aún a casa, ni siquiera se ha comunicado conmigo, simplemente se limitó a dejarme en una cajita todo lo necesario para la instalación de mi oasis personal, quesque pa´ que remoje los tobillos y los sueños hasta que se me hagan viejitos...
2 comentarios:
¿Tú... como esa espera añeja de la pulga de un camello?
Saludos.
dónde se hace el pedido?...
ah! viene incluido el ocupante del segundo camastro?
usa pilas?
:)
besitos...
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