Él se ofrece y yo me resisto; me avergüenzo, sonrío e intento seguir de largo. El alto me obliga a detenerme y no soy capaz de decirle que no, Él tiene todo para convencerme y yo termino preguntándole: ¿Cuánto?
Le digo que tengo prisa y el me dice que no tardará más de veinte minutos en dejarme ir, además no tengo ni que bajarme del auto. No me quedan muchos argumentos para negarme y la verdad es que lo necesito. Con todo y pena termino por aceptar y él por hacer su trabajo.
Cierro las ventanillas y me dejo llevar. No durará mucho así que me relajo. Dijo que sería rápido pero no me imaginé que verdaderamente sería bueno; comienza con delicadeza en la trompita, apenas y la toca cuando ya esta indagando también el trasero, sube y baja con firmeza escurriéndose por todos los rincones sin darme tiempo de nada. Como bien dijo, ha sido rápido y efectivo. La canción de la radio con la que inició ni siquiera ha terminado y él ya me tiene empapada y encarrilada para lo que sigue.
En un abrir y cerrar de ojos estoy a la mitad de una tempestad, el agua golpea los cristales y yo me maravillo de ver como desaparece el mundo del otro lado. Por una módica cantidad soy la dueña de una tormenta de agua y jabón; por una bicoca regresan a mi memoria todas las tardes en que jugué con los carritos de mi primo en el auto lavado, aquél juego que no era para niñas pero que a mí podía seducirme horas; donde podía meter una y otra vez los carros al túnel de lavado para especular que sentirían mis automovilistas imaginarios de vivir por cinco minutos una borrasca a la medida.
Le digo que tengo prisa y el me dice que no tardará más de veinte minutos en dejarme ir, además no tengo ni que bajarme del auto. No me quedan muchos argumentos para negarme y la verdad es que lo necesito. Con todo y pena termino por aceptar y él por hacer su trabajo.
Cierro las ventanillas y me dejo llevar. No durará mucho así que me relajo. Dijo que sería rápido pero no me imaginé que verdaderamente sería bueno; comienza con delicadeza en la trompita, apenas y la toca cuando ya esta indagando también el trasero, sube y baja con firmeza escurriéndose por todos los rincones sin darme tiempo de nada. Como bien dijo, ha sido rápido y efectivo. La canción de la radio con la que inició ni siquiera ha terminado y él ya me tiene empapada y encarrilada para lo que sigue.
En un abrir y cerrar de ojos estoy a la mitad de una tempestad, el agua golpea los cristales y yo me maravillo de ver como desaparece el mundo del otro lado. Por una módica cantidad soy la dueña de una tormenta de agua y jabón; por una bicoca regresan a mi memoria todas las tardes en que jugué con los carritos de mi primo en el auto lavado, aquél juego que no era para niñas pero que a mí podía seducirme horas; donde podía meter una y otra vez los carros al túnel de lavado para especular que sentirían mis automovilistas imaginarios de vivir por cinco minutos una borrasca a la medida.
1 comentario:
jajaja
me encanto, este y el del festival del gis...
cuando pasas por mi semaforo mi reina ?
pd.- no me preguntes como llegue a tu blog, porque no lo se, pero, ya estoy aqui, un saludo.
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