Para mi padre hacer ejercicio es dañino para la salud; el dolor muscular del día siguiente lo mantiene en la cama semiparalizado un par de días. Para mi abuela lo dañino es el aire, una debe cuidarse en todo momento de un enfriamiento; el aire es traicionero y si te descuidas te provocará un resfriado. Mi madre al contrario piensa que tomar un poco de sol todas las mañanas no hace daño y embellece las piernas. Para mi tía Yeya las pastillas son el mejor remedio para los males; si las mezclas son aun mejores, porque indudablemente la segunda píldora será capaz de contrarrestar los efectos secundarios de la primera pastilla...
A mi no me hace falta el ejercicio para paralizarme, el aire más que miedo me da placer, el sol me irrita más que embellecerme y las pastillas hasta ahora sólo me han quitado dolores, quistes e infecciones pero basta con que me enamore para que ninguna píldora me quite los efectos secundarios del mal habito que tengo de enamorarme como imbecil.
Hay quienes son capaces de controlar las emociones y dosificar lo sentimientos, otros tiene la habilidad de marcar el punto hasta el que se enamoran y se dejan llevar por las emociones, yo no, definitivamente yo no pertenezco a esa gama de personas; yo me desbordo y no mido las consecuencias. Antes pensaba que esto era un defecto genérico pero después de varias charlas y algunos textos puedo ver que no es exclusivamente femenino y no se si eso me reconforta o me enoja aun más.
No me interesa si es mi culpa o no el hecho de que los hombres de mi vida sean de los que marcan límites a sus sentimientos, el hecho es que yo no sé ponerlos yo no sé medir cuando es demasiado hasta que es muy tarde y siento los efectos secundarios. No sé cuantas veces me he enamorado en mi vida, tampoco llevo la cuenta de las veces que me han roto el corazón ni tengo el inventario de los fragmentos, ni siquiera sé con certeza si yo me he llevado entre las patas el corazón de alguno en mi camino.
Lo acepto sin orgullo ni vergüenza; soy una Electra confesa y aun no he podido superar los defectos de mi primer amor. Aun permanece el vicio de ser su niña y no crecer, de ser la muñequita de las piernitas blancas y la boca roja que sólo tiene ojos para los imposibles; que a sus veintiséis años no tiene la menor idea de cómo interactuar con el sexo opuesto sin arruinar los momentos; cómo retomo la idea de tropezar con alguien en la calle y sólo sonrojarme, cómo escucho al otro sin replicar sus observaciones, cómo caigo en la cama para pedir apapacho sin mezclar la idea del sexo, cómo comparto afectos con ellos sin la intención de convertirme en su amiga... ¿Cómo defino el punto exacto entre enamorarme demasiado y el placer sin adjetivos?
A mi no me hace falta el ejercicio para paralizarme, el aire más que miedo me da placer, el sol me irrita más que embellecerme y las pastillas hasta ahora sólo me han quitado dolores, quistes e infecciones pero basta con que me enamore para que ninguna píldora me quite los efectos secundarios del mal habito que tengo de enamorarme como imbecil.
Hay quienes son capaces de controlar las emociones y dosificar lo sentimientos, otros tiene la habilidad de marcar el punto hasta el que se enamoran y se dejan llevar por las emociones, yo no, definitivamente yo no pertenezco a esa gama de personas; yo me desbordo y no mido las consecuencias. Antes pensaba que esto era un defecto genérico pero después de varias charlas y algunos textos puedo ver que no es exclusivamente femenino y no se si eso me reconforta o me enoja aun más.
No me interesa si es mi culpa o no el hecho de que los hombres de mi vida sean de los que marcan límites a sus sentimientos, el hecho es que yo no sé ponerlos yo no sé medir cuando es demasiado hasta que es muy tarde y siento los efectos secundarios. No sé cuantas veces me he enamorado en mi vida, tampoco llevo la cuenta de las veces que me han roto el corazón ni tengo el inventario de los fragmentos, ni siquiera sé con certeza si yo me he llevado entre las patas el corazón de alguno en mi camino.
Lo acepto sin orgullo ni vergüenza; soy una Electra confesa y aun no he podido superar los defectos de mi primer amor. Aun permanece el vicio de ser su niña y no crecer, de ser la muñequita de las piernitas blancas y la boca roja que sólo tiene ojos para los imposibles; que a sus veintiséis años no tiene la menor idea de cómo interactuar con el sexo opuesto sin arruinar los momentos; cómo retomo la idea de tropezar con alguien en la calle y sólo sonrojarme, cómo escucho al otro sin replicar sus observaciones, cómo caigo en la cama para pedir apapacho sin mezclar la idea del sexo, cómo comparto afectos con ellos sin la intención de convertirme en su amiga... ¿Cómo defino el punto exacto entre enamorarme demasiado y el placer sin adjetivos?
4 comentarios:
Woody Allen decía en Misterioso asesinato en Manhattan: "Prefiero que se me atrofien los músculos antes de hacer ejercicio"
Hacerte una de las preguntas que sugieres, es como preguntarte el por que el agua y el aceite no hacen una misma mezcla y dejan deser uno Y el otro en una solución...
Cuidate me fascina tu blog.
Tonto simón... con o sin woody te extraño! hace mucho que no te veía por aquí...
Brujilla... Muchas gracias por tu palabras brujilla, ahora dejaré también de preguntarme lo del agua y el aceite :), tal vez uno de estos días termine por solo mezclarme con agua.
David... apoyo esa iniciativa de ley a ver si así entramos con más tiento a los corazones ajenos. Me encanta saber que disfrutaste los dibujos :)
Creo que es imprescindible el leer esto sin dejarte un humilde comentario para decirte que me has dejado sin palabras. Creo que así como te describes, somos todos, solo que en diferentes proporciones y con mezclas infinitas de sentimientos.
Me gustó bastante este post.
saludos
julian.
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